En El Puente de Sanabria recogimos a Ana, que habría de acompañarnos durante todo el día. Nos dirigimos a San Martín de Castañeda, donde visitamos el Centro de Interpretación.

En las imágenes tenéis un momento de la explicación en la planta baja del mismo. En esta, maquetas de un molino sanabrés y aperos antiguos, además de todo tipo de instrumentos para trabajar el lino. Por lo que se ve era un trabajo largo y complicado.

Visitamos un horno en el pueblo, donde varias mujeres estaban cociendo pan para una merienda que tendrían por la tarde. Nada menos que 40 kilos de pan en un horno muy grande, aunque en la foto las coletas de Celia nos impidan una mejor visión.

Entramos en grupos a verlo, aprovechando para descansar un poco (es que el horno estaba en la parte alta de San Martín, y con el almuerzo recién comido, pues…)

Se nos acercó algún vecino para charlar con nosotros muy amablemente, así que nos cundió el rato.

Luego, una buena caminata. Bajamos hasta el lago haciendo paradas para ver algún árbol (acebo, serbal de cazadores), un carro muy curioso con las ruedas macizas…

El último tramo podéis verlo a la derecha, con rocas a la orilla del lago.

Al llegar al lago vimos un helicóptero cargando agua para algún pequeño incendio cercano.

Comimos, con una temperatura excepcional para las fechas en que estamos, en la Playa de los Enanos. La arena y las rocas resultaron un lugar mejor que cualquier restaurante.

Tuvimos hasta algún gato visitante, que debía conocer el lugar, momento y circunstancia en que se podían obtener regalos alimenticios.

No hubo tiempo para la siesta, y casi mejor, por que ya veis que al poco de comer estábamos jugando.

Después nos acercamos hasta Trefacio, para visitar el Centro de interpretación de la trucha. Allí nos atendió Cruz, a la que veis en la foto sosteniendo una nasa (también se puede decir ñansa, pero cualquiera se atreve a pronunciar esa palabreja).

Fue muy amable y simpática, nos enseño artes de pesca de las que se usaban antes y que hoy en día están prohibidas. Se veía que le gustaba el tema del que hablaba, y le gustó mucho comprobar que en el grupo de niños había varios pescadores que entendían del tema.

Para acabar nos enseñó a hacer una mosca. Nos referimos a una mosca de mentirijillas, hecha con plumas, hilos y cosas así.

Por lo visto las truchas son muy listas, para engañarlas es necesario imitar a la perfección a las moscas y mosquitos de verdad, de modo que hay que hacer un buen trabajo.

Después el viaje de vuelta, que siempre se hace más corto. Llegamos a Villaralbo a eso de las seis y media, ya de noche, algo cansados pero con nuevas experiencias y conocimientos en nuestras cabecillas.